sábado, 16 de febrero de 2008

Carta ganadora del certamen de la Fundación Cathedra 2007.

Carta desoladora.

Nunca he logrado fingir tus labios.
Bocas cubiertas de rosas colmaron mi boca
en atardeceres tibios.
En horas donde tus ojos de mar no me observaban
con el sigilo que acostumbrabas.

Solo aguardaba el beso de nuestras buenas noches.
De nuestras risas nocturnas.
Ser cómplice de tu tristeza fue el peor de mis males.

Es que no puedo fingir que te amo.
Mi mascara comienza a agrietarse
frente a ojos ajenos a mi mundo.
Imposible eludir el pasado estando tu presente en él.
Imposible convidar de mis besos mejores
a quienes no me colman como tus labios.

¿Qué debo hacer ante semejante desconsuelo?
¿Qué debo hacer sin ti, si lo único que hago
es pensarte día y noche?

He perdido toda clase de fe que se me cruza
delante de mi pecho. A la deriva.
Desconfío de la vida misma sin tus manos
que ya no abrazan las mías.

Solo te puedo llorar entre papeles.
Entre plumas que se deterioran con el paso de tu ausencia.

Nada es la vida después de ti.
No suma la vida después de ti.
Es un signo igualitario para ver de que se trata esto de respirar.
De levantarse cada mañana sin tu desayuno.

Y pensar que me olvidaste es pensar
en algo para que me recuerdes... para nada.
El solo hecho de esperar tus besos me igualan
a un conservador de momentos.

¡¡Pero es que no ha habido mejores momentos hasta ahora!!
Solo la dedicación de recordarte a diario con algunas excepciones.
Con ciertos destellos que me brinda el presente de lucidez.
¡¡Es que hasta creo que he perdido la lucidez!!
No ha de ser real un olvido tan agónico como este.
Como el tuyo.

Se terminó.No te escribo más.

No hay comentarios: